«pretende una cosa oscura e inefable: la educación del alma. Está convencido de que para ello es necesario inculcar hábitos más morales que intelectuales: modestia, espíritu lúdico, libertad interior, gusto por el riesgo. La ironía es también el instrumento bondadoso para desmontar la conclusión apresurada, el tono satisfecho, la vanidad incipiente, la seguridad facilona o la creencia cómoda. El ‘alma educada’ será la condición necesaria de un buen pensar.»
Alejandro Rossi, «El profesor apócrifo», en Obras reunidas, México, Fondo de Cultura Económica, 2005, p. 190.
Amé!